PUBLICADO EL 5 Enero, 2022
Si hay alguien que forma parte de la historia de Duoc UC, es don Alberto Rojas Labbé, académico que durante 25 años ayudó a formar a cientos de estudiantes de la Escuela de Turismo y Hotelería.
A los 79 años y con la satisfacción de una “bonita carrera laboral”, como él mismo describe, se retiró de las aulas el profesor Alberto Rojas Labbé. Su larga trayectoria fue conmemorada en una ceremonia marcada por el reconocimiento y cariño de sus colegas y alumnos.
“Recuerdo perfecto mi primer día de trabajo”, relata don Alberto. “Era marzo de 1997 y la sede Antonio Varas recién había pasado a formar parte de Duoc UC. La carrera de Turismo y Hotelería estaba comenzando a impartirse y Margarita Ducci, a quien yo conocía por mis anteriores trabajos, me invitó a que le diera una mano en este nuevo proyecto”, cuenta. “Aunque nunca había hecho clases, accedí gustoso y pensé que sería algo temporal. ¡Y aquí estoy!, un cuarto de siglo después, muy contento de esa decisión”.
Una hermosa herencia
Con una experiencia de 30 años trabajando en compañías aéreas de todo el mundo y el manejo de varios idiomas, el conocimiento de don Alberto fue fundamental para hacer crecer la Escuela de Turismo y Hotelería de Duoc UC y posicionarla como un referente en el país. De hecho, ayudó a crear la carrera de Ecoturismo en el año 2006, y luego la de Turismo en Inglés en 2013 junto en ese entonces con Mónica Sievers (Q.E.P.D.) y Rafael Chávez. “Creo que fue un gran legado. Hoy somos la única institución educacional en Chile que ofrece esa carrera y he recibido correos de alumnos que están trabajando en Australia y Nueva Zelandia y muchos han creado sus empresas. Eso es muy bonito, porque le abrimos el mundo a muchos jóvenes”.
Formar más que enseñar
Aunque cree que el aprendizaje, la cultura general y el manejo de idiomas es fundamental en el mundo del turismo, dice que siempre hay que tener en cuenta que detrás de cada estudiante hay una historia de vida que es importante escuchar con atención. “No debemos olvidar nunca que estamos formando personas”, advierte.
Y recuerda la anécdota de una muy buena alumna que vivía en San Felipe y llegaba todos los días muy puntual a su clase a las 8.30 A.M. “Un día apareció con una cunita y me dijo: ´Profesor, mi mamá hoy no puede cuidar a mi guagua, pero no se preocupe que la dejo en el pasillo por mientras’. Era pleno invierno y yo le dije: ¡Por ningún motivo, que entre junto con usted! Ya no me acuerdo si logramos hacer la clase o no, pero esa guagüita pasó toda la hora académica de brazo en brazo”, recuerda emocionado.